P/ Hemos oído en muchas ocasiones que Dios el Padre de todos es quien nos cuida, mediante su Hijo nuestro Salvador. Que rol en la creación tiene la tercera persona de la trinidad?
Una importantísima pregunta, la cual debe tener una respuesta bien explicita y amplia. Intentare desarrollar la respuesta a su pregunta desde el punto de vista que nosotros como Iglesia Católica Liberal Occidental enseñamos y lo que predica la Nueva Teología Occidental para esta nueva edad.
Sin dudas estamos ante el despertar de un nuevo conocimiento y conceptos de Dios y de su creación que revolucionara con el tiempo los viejos conceptos y que arrojara más luz al conocimiento de nosotros mismos y de nuestro creador.
Mucho se nos ha dicho de que Dios es el Padre y hemos conocido por las sagradas escrituras la persona del Hijo, pero poco se nos ha enseñado o sabemos acerca de la tercera persona de la trinidad. Se nos dice en las escrituras que es el consolador. Pero el calificativo de consolador me recuerda a la actitud de una Madre amorosa que arropa a su hijo y le aconseja, le cuida, le protege y le sostiene aunque su culpa sea muy grave. Porque si hemos pensado que tenemos un Padre (Dios) y su Hijo (Cristo), hemos desechado la idea de que el Espíritu Santo sea la Madre? No es verdad que si no pensamos en esto la familia divina quedaría incompleta?. Equivocadamente algunos Padres de la Iglesia sustituyeron el lugar de la Madre Divina (Esp. Santo) con la persona de María la madre terrenal de Jesús. Lo cual a nuestro modo de ver es un gravísimo error. Solo debemos adorar y santificar lo divino, no lo terrenal. Lo terrenal es perecedero, María la madre de el Salvador murió, fue enterrada y su alma como las de todos nosotros esta en el lugar que le corresponde. Sin embargo el concepto de una Madre Divina Universal es más convincente. El mismo Creador propiamente dicho manifestado en una familia Divina. Esto es lo que creemos y enseñamos en la Nueva Teología Occidental a este respecto. Sabemos que rompemos con mil esquemas y siglos de tradición, por esto es necesario que un tema así tenga una amplia exposición y descripción de lo que queremos transmitir.
LA FAMILIA DIVINA
IHVH = EL PADRE CRISTO = DIOS EL HIJO ESPIRITU SANTO = DIOS MADRE
La doctrina de la Trinidad es una de las más profundas y esclarecedoras enseñanzas que con diferentes nombres y formas se encuentra en casi todas las principales religiones del mundo.
Lejos de ser un asunto peculiar de las especulaciones filosóficas o de las sutilezas teológicas y extraño a la vida diaria, la trina manifestación del Eterno es la fundamental realidad de toda existencia, que penetra en toda singular manifestación de vida y forma, tanto en el mundo externo como en el interno.
La grandiosidad de la Nueva Teología Occidental consiste en que en ella, las mismas doctrinas que en la muerta ortodoxia-fanática de la religión externa nos parecen fósiles intelectuales sin vital interés, resultan espléndidas realidades de las que los dogmas teológicos son a manera de cáscara.
Mientras el dogmatista sólo es capaz de analizar y clasificar los marchitos residuos de lo que un tiempo fueron flores de vívidas enseñanzas, el estudioso de la N.T.O penetra en el mundo interno de la viviente Verdad, donde ve y admira las lozanas flores arraigadas en el fértil suelo del mundo espiritual, aspira su fragancia, contempla su hermosura y observa el vivo y creciente organismo en cuya comparación la marchita flor del dogma es como la muerte comparada con la Vida.
El hombre que reflexiona sobre estos conceptos puede apagar su sed espiritual en las aguas vivas de la Verdad, mientras que la teología-fanática se limita a retener y adorar los vacíos vasos en que en otro tiempo recibió el hombre las aguas vivas de la Verdad.
Pero aun entre nosotros los estudiosos de la Teología Mística Cristiana, para quienes la divina Trinidad es mucho más real que para la mayoría de los fieles de las religiones positivas, se nota un casi general descuido acerca de la tercera Persona de la Trinidad.
Pueden tener idea de la obra del gobierno departamental de nuestro mundo; pueden comprender algún tanto la obra del divino Gobernador o primer aspecto del Logos; tener concepto de 1a vital importancia de la obra del segundo aspecto del Logos en su jurisdicción de amor y sabiduría; pero apenas se dan cuenta de la enorme importancia del tercer departamento o jurisdicción, correspondiente al tercer aspecto del Logos, llamado en la religión cristiana el Espíritu Santo.
Muchos fieles de las religiones más importantes del mundo, entre cuyos dogmas está el de la Trinidad, que tan satisfechos se quedarían si la Trinidad constara de dos Personas en vez de tres.
Muchos cristianos tienen alguna idea de lo que significa glorificar al Padre o adorar al Hijo; pero ¿cuántos saben lo que significa adorar al Espíritu Santo? Si les preguntamos a los fieles cristianos qué entienden por el Espíritu Santo, recibimos muy vaga respuesta, pues a lo sumo nos dicen que es el Consolador sin manifestar a quién ni cuándo consuela. Además, nos encontramos con los primitivos conceptos en que aparece el Espíritu Santo en figura de paloma cobijando a nuestro Señor en el bautismo, aunque tampoco en este caso se comprende por qué la paloma, cándida y mansa ave; ha de simbolizar al Espíritu Santo, cuyas capitales características no son la candidez y mansedumbre sino el irresistible impulso, de la divina energía creadora. Pero sobre todo, no hay vital conexión entre estos vagos conceptos del Espíritu Santo y la vida diaria de quienes pretenden adorarle. Sin embargo, aunque esto es verdad en cuanto se refiere a las iglesias romana, luterana y anglicana, no lo es tanto respecto de la iglesia griega que siempre ha tributado culto al Espíritu Santo y comprende mucho mejor que las demás iglesias el concepto de la tercera Persona de la Trinidad. Otras Iglesias como las evangelicas-carismaticas exageran en su modo de adorar al Espíritu Santo, son más bien actos de histeria colectiva que de adoración con lo cual no estamos de acuerdo.
Pero no ha sido esto siempre así. En los primeros días del cristianismo, el Espíritu Santo era una realidad en la vida de los cristianos. Mientras Cristo vivió en la tierra fue naturalmente el centro de inspiración de Sus discípulos, quienes a El acudían en súplica de enseñanza y consejo sobre todo asunto. Antes de Su muerte les dijo Cristo a Sus discípulos, que aunque El iba a partir, no los dejaría desamparados, sino que rogaría a Su Padre que les enviara otro Paráclito o Consolador, esto es, el Espíritu de Verdad, el Espíritu Santo; y confirió el poder de que el Espíritu Santo descendiera sobre aquellos a quienes El les impusiera las manos, como todavía se efectúa en la Iglesia al conferir las Ordenes sagradas. Mientras el sacerdocio de los primitivos tiempos estuvo así enlazado con Dios Espíritu Santo, les fue posible a cuantos hacían el necesario esfuerzo, ponerse en contacto con el Espíritu Santo y derivar de esta Potestad los dones llamados del Espíritu Santo, tales como el de profecía, inspiradora enseñanza, curación de los enfermos, la expulsión de demonios o impuros espíritus, el de lenguas y muchas otras manifestaciones análogas.
En la primitiva Iglesia, la inspiración del Espíritu Santo desde el interior substituyó a la que durante la vida de Cristo habían recibido directa y personalmente de El todos Sus discípulos.
Desde luego que no siempre era fácil distinguir entre las genuinas manifestaciones de esta gran Potestad y los frecuentes excesos histéricos que la remedan y eran en realidad indicios de un desequilibrado ánimo. Así es que ya San Pablo creyó necesario prevenir a sus congregaciones contra semejantes desequilibradas y a veces falsas manifestaciones que en algunas de las primitivas iglesias ocasionaron turbulencias; y un siglo más tarde, la llamada herejía del montanismo fue nuevo resultado de la supuesta manifestación del Espíritu Santo en Montano y algunos de sus adictos. Todo esto prueba la importancia atribuida en la primitiva Iglesia a Dios Espíritu Santo y de la positiva influencia que ejercía en la vida religiosa de los cristianos de aquella época. Las cosas cambiaron cuando el cristianismo fue poco a poco concentrándose alrededor de la Iglesia de Roma. Desde un principio, el mundo latino se había ido inclinando al cristianismo no tanto por los dones del Espíritu Santo manifestados en Sus fieles, sino por el concepto de un Dios que era Padre de todos los hombres y no sólo de los ciudadanos romanos. La vida religiosa de los muchos millones de gentes sometidos al gobierno de Roma ya no estaría determinada por privilegios de cuna o ciudadanía, sino que de allí en adelante participarían de ella todos los hombres, porque todos eran hijos de un solo Dios, el Padre de todos.
El anhelo de la universal fraternidad de los hombres, tanto romanos como extranjeros, fue uno de los sobresalientes signos de la época y un síntoma del reavivamiento espiritual del mundo.
De esta aspiración dimanaba en gran parte la popularidad de los misterios de Mithra, por lo que fue mayor la respuesta de las gentes al mundial llamamiento del cristianismo a todos los hombres, por humildes y pecadores que fueren, asegurándoles a todos el eterno amor de Dios Padre y ofreciéndoles la posibilidad de la espiritual regeneración que Dios Hijo había logrado victoriosamente y prometido a todos los hombres. Pero el factor predominante en la Iglesia latina fue el concepto de la paternidad de Dios, el divino Padre amante de todos Sus hijos, quien había enviado a Su Hijo unigénito a mostrarles el camino hacia la Luz.
Ya en la época Medieval se extiende la Mística religiosa de la adoración al Dios Hijo. Aquí nuevamente cambia la tónica del cristianismo al propagarse por la Europa occidental.
En la Edad Media, ni Dios Padre ni Dios Espíritu Santo inspiran la vida religiosa de aquellos tiempos profundamente devotos, sino que la figura central de la vida de la Iglesia es Jesús el Cristo, el Hombre de las Aflicciones, que soporta las cargas del linaje humano, y con divina compasión por los pecados del mundo ofrece Su vida en sacrificio para salvarlo.
Así la Edad Media nos muestra un cristianismo en que la figura de Cristo es el capital objeto de la intensa devoción y mística piedad de que la mente medieval fue capaz en sumo grado. Nunca adornó a la Iglesia una tan fragante adoración, una compasión tan tierna y una tan íntima unidad con la vida de Cristo como en aquellos días, cuando los insignes santos y místicos medievales, con su ferviente adoración y la vehemente devoción de sus consagradas vidas alcanzaron las espirituales cumbres y quedarán en la historia de la religión cristiana como refulgentes lumbreras entre las tenebrosas páginas de ignorante mojigatería y cruel persecución.
Posteriormente en la época del Renacentismo, una vez más cambia el cristianismo cuando despertando el hombre de la interna vida de espiritual certidumbre y profunda devoción, descubre el circundante mundo exterior que puede explorar y conquistar. Descubre el hombre este mundo exterior a costa del interior, y desde aquellos tiempos del Renacimiento y de la Reforma en que se afirma el espíritu de independencia religiosa, y el hombre se atreve a inquirir y pensar por sí mismo, la vida religiosa se va exteriorizando cada vez más hasta que durante el pasado siglo había dejado de ser un factor en la vida individual y colectiva del hombre.
Sin embargo, el Renacimiento señaló la transición al comienzo de un nuevo período de la historia del cristianismo, en el que el predominante factor iba a ser Dios Espíritu Santo. La aparición de la ciencia experimental y la multilateral expresión de la mente humana en creadores esfuerzos son para quien rectamente los comprende otros tantos síntomas del reinado de Dios Espíritu Santo.
Posible es atribuir muchos de tales síntomas a la creciente influencia del Espíritu Santo. La teoría de la evolución, los conceptos filosóficos de Bergson, la hipótesis de la relatividad de Einstein, que formará época en la historia de la ciencia, así como el arte cinematográfico, y en general el más vivo reconocimiento de la obra de Dios en este mundo que nos rodea, son todos ellos y otros más, las señales de los tiempos que anuncian el reinado del Espíritu Santo. En el cristianismo del inmediato presente ocupa Dios Espíritu Santo la misma posición preeminente que durante la cristiandad latina ocupó Dios el Padre y durante la Edad Media Dios el Hijo en la vida de la Iglesia. La Nueva Teología Occidental o Mística Cristiana está encaminada a edificar este reinado, por consiguiente exponer y defender todos los conceptos de libertad de pensamiento, pureza del testimonio y la unidad en la diversidad.
Desde luego que el Cristo vivo, el verdadero corazón de la fe cristiana, será siempre la suprema realidad de la Iglesia cristiana y el Centro neurálgico de nuestra fe; pero así como en las pasadas edades de la historia cristiana predominaron sucesivamente aquellas dos divinas Personas de la Trinidad, así en la presente edad prevalecerá la influencia del Espíritu Santo.
Por esto es hoy más necesario que nunca tener mejor conocimiento de la tercera Persona de la Trinidad y de Su actuación e influencia en nuestra vida diaria, no sólo en la religión cristiana sino en todas las fundamentales religiones del mundo, pues por doquiera dejará sentir dicha influencia.
Pasó el tiempo en que el Espíritu Santo podía ser un capítulo olvidado de la historia religiosa, y ya es hora de que los fieles de todas las religiones, adquieran un más profundo conocimiento de la formidable obra y valiosísima inspiración que podemos recibir de la tercera Persona de la divina Trinidad, Dios el Creador, Dios Espíritu Santo.
De lo expuesto se infiere cuán mezquino y endeble es el antiguo concepto teológico según el cual Dios el creador hizo Su universo en seis días y visto que era bueno ya no se vuelve a ocupar en él más que en excepcionales casos de divina interferencia, como relojero que después de construido el reloj termina definitivamente su obra dándole cuerda.
Pero la creación no es un acto único de Dios ni el universo es una máquina que puesta en movimiento continúe marchando hasta la hora de su destrucción. Por el contrario, la creación, como ya en su época afirmaba Orígenes, es perpetua. La especulación religiosa de algunos Pastores y Clérigos fantasea al creer que Dios creó definitivamente el mundo, dejando luego que siguiera marchando; pero cuando por la contemplación de nuestro interno Yo logramos experimentar algo de la Energía divina, comprendemos que la Creación no es un acto realizado por Dios en el principio sin ya después repetirlo, sino que la Creación es la esencia de la Divinidad, la verdadera existencia de Dios, y que no es posible separar a Dios de la creación como no es posible separar del sol sus rayos.
Si no fuese por la imposibilidad de calificar a Dios, podríamos decir que la índole de Dios es crear como la del ave cantora cantar, la del agua mojar y la del fuego calentar.
Lo que consideramos como creación de Dios es en verdad Su verdadera existencia, Su manifestación en creadora actividad, lo que llamamos en el cristianismo Dios Espíritu Santo. Ni por un momento se interrumpe la creación. Bien dice la filosofía índica que el universo es la imaginación de Dios, y que el universo existe mientras Dios mantiene su imagen o forma mental; pero que si por un momento retirara de él Su atención, se desvanecería al instante este en apariencia sólido universo con toda su materia y sus seres vivientes.
En verdad que lejos de ser Dios Espíritu Santo un tema sólo a propósito para especulaciones y sutilezas teológicas, es una magna Realidad práctica en nuestra existencia diaria, porque sin El no existiríamos. Continuamente, en cada instante de lo que llamamos tiempo prosigue el proceso de la creación.
Pido disculpa a los lectores y a quien me ha formulado la pregunta en esta ocasión, por haberme extendido tanto en esta respuesta, pero quisiera seguir extendiéndome porque muchas son las ideas y conceptos que aun deben ser aclarados.
Continuamente la Vida de Dios se está infundiendo en Su creación por medio de Dios el Espíritu Santo, a quien apropiadamente se le llama: "El Señor que da la Vida."
La evolución no ha cesado, la propiedad creadora de lo que llamamos Naturaleza en el Planeta guiado por la energía de el Espíritu Santo Creador, sigue aun latente y seguirá. Lo que los científicos enseñan como la Naturaleza Creadora, no es más que la tercera persona de la Divina manifestación.
Es la creadora Mente divina, a la que podemos aproximarnos por medio de nuestra mente superior y que puede producir en nosotros las múltiples manifestaciones llamadas los Dones Del Espíritu Santo.
Una vez hemos experimentado algo del significado de la obra del Espíritu Santo en el universo que nos rodea y en nosotros mismos, ya no podemos dejar de reconocer la importancia que tiene en nuestra existencia el tercer Aspecto de la Divinidad. El Espíritu Santo es entonces una Realidad en nuestra vida diaria.
El desprecio a la manifestación Maternal de Dios está ligado al repudio psicológico que plantean los conceptos patriarcales- machistas en su desprecio a la mujer y por consiguiente a la feminidad.
El Padre envío a su Hijo y el Hijo nos envío la Madre consoladora, por que desecharla?
Sintiendo y experimentando a la Madre. Nuestra primera sensación al recibir el influjo es como si tocáramos un circuito eléctrico. Experimentamos un choque que vitaliza todo nuestro ser y nos sentimos estremecidos por una Energía mucho más intensa que la de con cuanto hasta entonces nos contactamos. Nos electrizamos en acción, pues en aquel momento no sólo notamos la necesidad de actuar sino que nos sentimos capaces de actuar, y nos parece como si ningún obstáculo resistiera a la formidable energía vibrante en nuestro interior, como si en nosotros se acumulara el poder del mismo Dios.
Así es en verdad. La energía que notamos es la creadora energía de Dios, el poder del Espíritu Santo manifestado por medio de nuestra mente. Dios Espíritu Santo es Dios en Su creadora actividad, así como el pensamiento humano es el creador poder que moldea la vida humana en todos los mundos. Y el pensamiento hace surgir la Palabra la cual puede cambiar todo nuestro entorno, pero ya hemos hablado sobre el poder creador de la palabra por lo que no veo necesario tocar el tema otra vez.
En la divina Trinidad es el Padre la voluntad creadora. El Hijo es Dios crucificado en Su propia creación; y Dios en Su creadora actividad, que proyecta Su universo y lo crea por el poder de Su mente es Dios Espíritu Santo.
Con esta energía de Dios, nos ponemos en contacto por medio de la mente superior, al experimentar este contacto nos convencemos de que sólo hay un Poder, una Fuerza, una Energía en todo el universo, esto es, la creadora Energía de Dios, el Poder del Espíritu Santo, la Eterna Madre.
Esta Energía rige lo mismo en el mundo externo que en el interno de nuestra conciencia, pues todas las fuerzas y energías de la naturaleza son manifestación del creador poder de Dios Espíritu Santo, así como toda fuerza y energía creadora en nuestro interior es manifestación del supremo poder creador.
La fuerza que mantiene al átomo y lo convierte en el vórtice de energía que la ciencia ha descubierto en él; la fuerza que hace del so1 un manantial al parecer inagotable de vida y energía; la que convierte al hombre en su vida interna en un radiante sol de creadora energía que tanto más se acrecienta cuanto más se consume, todas estas fuerzas son manifestaciones de Dios Espíritu Santo, de la creadora Energía de la Divinidad cuya influencia experimentamos.
Cuando por un sostenido esfuerzo de meditación nos ponemos en contacto con el Poder de Dios Espíritu Santo por medio de la mente superior que es Su expresión en nuestra conciencia, equivale a ponernos en contacto con el mismo Fuego creador, y durante un momento nos sentimos arrebatados por el creador Poder cósmico que de la nebulosa extrae los sistemas solares, que sostiene todas las formas y toda vida en los mundos y que mantiene el universo. No hay manera de describir el esplendor y el pavoroso poder de este Fuego creador que sostiene el mundo.
Imaginemos un ígneo y torbellinante vórtice en el que se construyeran y destruyeran los universos. Imaginemos una miríada de cataratas de vivo fuego cada una de cuyas chispas tuviese el poder de construir y destruir. Imaginemos el entero universo, con todo cuanto hay en él, toda la materia, todas las cosas y todos los seres, como si fuesen parte de este gigantesco Fuego creador, que los creó, los mantiene. Imaginémonos por un instante contemplando en el laboratorio del universo el crisol en donde se hacen y deshacen los mundos; el taller de Dios Espíritu Santo, donde el divino Creador pone los mundos y a los seres en existencia. Imaginemos que nos comunicamos por un momento con esta cósmica creadora energía mental, y podremos tener alguna idea del significado de Dios Espíritu Santo en nuestra diaria existencia.
La Eucaristía de la Iglesia Católica Liberal Occidental:
Para algunos les parece el ritual cosa de perder el tiempo. Por una parte reconocen que ciertas verdades éticas pueden enseñarse bajo el disfraz de símbolos y que por medio de estos símbolos y ceremonias ritualísticas se pueden comprender ciertas enseñanzas filosóficas; pero por otra parte se extrañan de que tales éticas y filosofía no se enseñen clara y explícitamente en vez de ocultarlas en las diversas formas y ceremonias del ritual.
Esto parece una objeción, pero en realidad no es más que el desconocimiento del verdadero significado del ritual.
a) En primer lugar, el hombre recibe en el ritual el psicológico efecto de los actos realizados y así experimenta como una realidad en su conciencia lo que sólo cabe decir verbalmente en las ordinarias enseñanzas éticas y filosóficas.
b)En segundo lugar, por medio del ritual participa simbólicamente el hombre de la realidad de las cosas que todavía no puede comprender plenamente.
c)En tercer lugar, el ritual tiene el excelso y supremo significado de que en él y por medio de él, aun mientras sólo es hombre, puede tomar parte en la obra de Dios Espíritu Santo, en la obra de la creación del mundo.
Todos los rituales están basados en el Único ritual primario, y tan íntimo enlace hay entre ellos y el divino ritual de la creación, que cada ceremonia del ritual terreno corresponde a alguna mucho mayor realidad del eterno y supremo ritual.
Así es que de nuestro humano ceremonial deriva una continua corriente que va a unirse con el caudaloso flujo de Fuego creador, manifestación de Dios Espíritu Santo, mientras que por otra parte, como quiera que el ritual terrestre está por decirlo así en armonía con el celeste, puede transmitir al mundo algo de la divina Energía creadora por los alrededores del lugar en donde se practique.
Cuando en el rito de nuestra Iglesia Católica Liberal Occidental, después de la consagración de las especies ruega el sacerdote que nuestra oblación llegue al Altar de Dios en los cielos para que “allí la ofrezca El, que como eterno Sumo Sacerdote siempre se ofrece en eterno sacrificio”, resulta que por el canal abierto por el acto de la consagración entre las especies de pan y vino en la tierra y el mismo Dios, quienes toman parte en el ritual y se ofrecen a Dios con la divina obra que realizan, participan también por un momento del divino ritual y cooperan con su débil corriente de humana energía a la divina Energía de la Creación. En nuestro ritual de la Sagrada Eucaristía rige asimismo el ritmo de la creación. Una vez más desciende la Vida divina a la materia en el acto de la consagración de las especies, y el retorno a la unidad de la Vida divina en la comunión con que finaliza el servicio eucarístico y el ritmo de la creación.