Raymond Edward Brown (22 de mayo de 1928 – 8 de agosto de 1998), fue un sacerdote católico estadounidense y un académico experto en exégesis bíblica de renombre mundial. Fue uno de los primeros académicos católicos en aplicar el método histórico-crítico a las Sagradas Escrituras. Se lo considera uno de los máximos especialistas sostenedores de la hipótesis de la llamada comunidad joánica, que se especula pudo haber contribuido en la autoría del Evangelio de Juan. Fue autor de más de treinta libros. Algunas de sus obras, como El Evangelio según Juan en dos tomos (publicados por primera vez en inglés en 1966 y 1970), siguen siendo referencia obligada de todo estudio joánico, aún transcurridas más de cuatro décadas desde su primera edición. En 1977 publicó El nacimiento del Mesías, y en 1994 La muerte del Mesías, libros que tratan sobre las bases históricas de la infancia y de la muerte de Jesús de Nazaret, respectivamente. Su rigurosidad impregnó toda su producción.
Vida:
Durante la sesión de 1963 del Concilio Vaticano II, se desempeñó como un asesor experto para el obispo Joseph Patrick Hurley. Raymond Brown fue uno de los primeros académicos católicos en aplicar el método histórico-crítico a la Biblia, método que investiga el origen, transmisión y desarrollo de un texto. Mientras que el método histórico-crítico era aplicado entre los protestantes del siglo XIX, la Iglesia católica mantuvo una actitud negativa ante esta forma de estudiar los textos bíblicos, debido a que los primeros promotores del método histórico-crítico, influenciados por el protestantismo y por el iluminismo, se mostraron contrarios a sus enseñanzas. Se debe a Marie-Joseph Lagrange (1855-1938), el fundador de la Escuela bíblica y arqueológica francesa de Jerusalén, haber aclarado en un artículo de 1907, que se puede utilizar el método histórico-crítico sin suscribir las tesis racionalistas de sus primeros promotores.2 En 1943, el Papa Pío XII publicó la Carta Encíclica Divino Afflante Spiritu donde incluyó directivas según las cuales los estudiosos católicos podrían investigar la Biblia desde el punto de vista histórico.3 Raymond Brown llamó a esta encíclica la «Carta magna de los progresos bíblicos». El Concilio Vaticano II refrendó el respaldo a los estudios críticos en su constitución dogmática Dei Verbum, lo que Brown sintió como una reivindicación a su postura.
Más allá de los artículos publicados en revistas especializadas, fue sin dudas su obra El Evangelio según Juan en dos volúmenes publicados en Estados Unidos de América en 1966 y 1970 la que terminó por consagrar a Raymond Brown como uno de los referentes mundiales en cuestiones joánicas. Más tarde escribió trabajos influyentes referidos al nacimiento y a la muerte de Jesús de Nazaret. Brown fue profesor en el Seminario Teológico de la Unión (STU) de la Ciudad de Nueva York, una entidad de carácter protestante en la cual enseñó desde 1971 hasta 1990, año a partir del cual siguió ofreciendo sus servicios en carácter de profesor emérito. Fue el primer profesor católico en dictar cátedra allí de forma permanente, ganando reputación por la calidad de sus conferencias. Un obituario publicado en The New York Times señala que Raymond E. Brown atraía a los estudiantes en gran número, llenando el salón de clases hasta rebosar.
Con razón el P. Brown ha sido considerado como el experto número uno en cuestiones joánicas en el mundo de habla Inglesa.
Cualquiera fuera su postura respecto de los temas en estudio, siempre citó ampliamente y sopesó los trabajos de los demás estudiosos, dándoles preferencias sólo según su discernimiento, y no según su mera predisposición.
Vida:
Durante la sesión de 1963 del Concilio Vaticano II, se desempeñó como un asesor experto para el obispo Joseph Patrick Hurley. Raymond Brown fue uno de los primeros académicos católicos en aplicar el método histórico-crítico a la Biblia, método que investiga el origen, transmisión y desarrollo de un texto. Mientras que el método histórico-crítico era aplicado entre los protestantes del siglo XIX, la Iglesia católica mantuvo una actitud negativa ante esta forma de estudiar los textos bíblicos, debido a que los primeros promotores del método histórico-crítico, influenciados por el protestantismo y por el iluminismo, se mostraron contrarios a sus enseñanzas. Se debe a Marie-Joseph Lagrange (1855-1938), el fundador de la Escuela bíblica y arqueológica francesa de Jerusalén, haber aclarado en un artículo de 1907, que se puede utilizar el método histórico-crítico sin suscribir las tesis racionalistas de sus primeros promotores.2 En 1943, el Papa Pío XII publicó la Carta Encíclica Divino Afflante Spiritu donde incluyó directivas según las cuales los estudiosos católicos podrían investigar la Biblia desde el punto de vista histórico.3 Raymond Brown llamó a esta encíclica la «Carta magna de los progresos bíblicos». El Concilio Vaticano II refrendó el respaldo a los estudios críticos en su constitución dogmática Dei Verbum, lo que Brown sintió como una reivindicación a su postura.
Más allá de los artículos publicados en revistas especializadas, fue sin dudas su obra El Evangelio según Juan en dos volúmenes publicados en Estados Unidos de América en 1966 y 1970 la que terminó por consagrar a Raymond Brown como uno de los referentes mundiales en cuestiones joánicas. Más tarde escribió trabajos influyentes referidos al nacimiento y a la muerte de Jesús de Nazaret. Brown fue profesor en el Seminario Teológico de la Unión (STU) de la Ciudad de Nueva York, una entidad de carácter protestante en la cual enseñó desde 1971 hasta 1990, año a partir del cual siguió ofreciendo sus servicios en carácter de profesor emérito. Fue el primer profesor católico en dictar cátedra allí de forma permanente, ganando reputación por la calidad de sus conferencias. Un obituario publicado en The New York Times señala que Raymond E. Brown atraía a los estudiantes en gran número, llenando el salón de clases hasta rebosar.
Con razón el P. Brown ha sido considerado como el experto número uno en cuestiones joánicas en el mundo de habla Inglesa.
Cualquiera fuera su postura respecto de los temas en estudio, siempre citó ampliamente y sopesó los trabajos de los demás estudiosos, dándoles preferencias sólo según su discernimiento, y no según su mera predisposición.